LA EXPERIENCIA DE GUAYAQUIL
- Fecha 9 de agosto de 2022
Breve narración de la Implementación de “La Manera de Cristo y sus Apóstoles” en la Alianza de Samborondón.
– por Tito Campos Núñez
Conocer el paradigma del primer siglo de la iglesia primitiva comenzó a resonar en nuestros oídos luego de la exposición que Jeff Reed llevara a cabo en la ciudad de Guayaquil a mediados del año 2008. Mi participación en la traducción simultánea del Manifiesto de Antioquia me permitió oír de primera mano y trabajar en los conceptos de las diapositivas presentadas durante los tres días; donde en 6 intervenciones de Jeff se puso sobre la mesa la desazón de la rutina del trabajo eclesial y la elegante denuncia de los modelos fallidos de educación cristiana en la iglesia local y en los seminarios denominacionales, con el fin de volver a la sencilla dinámica de la Iglesia del siglo I.
Junto con la exposición de Jeff pude establecer una relación de amistad (gracias a Dios fructífera hasta el día de hoy) con Julio César Lugo, quien en aquel entonces servía como pastor de la Iglesia Alianza de San Borja, en Lima–Perú, con quien mantuvimos contacto desde el 2008 hasta el 2010, pues en ese año en particular comencé a trabajar a tiempo completo en la Alianza de Samborondón y persistía en mi corazón que el contenido del Manifiesto de Antioquia debía entenderse mejor, pues la iglesia necesitaba un cambio de paradigma.
Es en ese 2010 que asistí a una convocatoria Latinoamericana en Lima, donde varios detalles del paradigma de La Manera de Cristo y sus Apóstoles comenzaban a encajar, entre estos detalles estaban: la forma cómo se deberían ordenar los textos del Nuevo Testamento, la manera cómo la iglesia del siglo I perseveró en la fe, el método educativo que desarrollaron los Apóstoles para abarcar una sociedad tan diversa, la estrategia de la expansión geográfica, el proceso de madurez de un creyente, la dinámica del aprendiendo/haciendo, y, hacia el final, entender cómo la currícula planteaba un avance estratégico en las categorías antes mencionadas. Tal como en el material de la introducción que recibí se planteaba, este cambio de paradigma demandaría una total “deconstrucción” de la Iglesia local para abrazar una nueva filosofía (TWCA), saber trabajar en redes (Redes Complejas), e implementar una nueva currícula (el concepto de educación de por vida).
El proceso de entendimiento tuvo que ser lento, pues desechar un paradigma es costoso. De Lima pude regresar con los manuales de los Primeros Principios y dos cursos de Liderazgo (Hechos y Paulinas). Ya de regreso en el Ecuador, tuve una larga conversación una vez que llegué a mi ciudad, Guayaquil, con quien entonces era el pastor principal de la iglesia; pero la idea no fue asimilada de manera óptima, puesto que él llegó a pensar que era una simple currícula más de las que ofrece el mercado evangélico contemporáneo y que podía adaptarse a los manuales de educación teológica provistos por el Departamento de Educación Cristiana de la denominación (La Alianza Cristiana y Misionera). Aquel pastor principal hizo uso de la carpeta de Hechos a su manera y no hubo ninguna clase de resultado. Sin embargo, por la relación habida con Julio César Lugo, pude ser invitado a una nueva convocatoria en Lima para el 2011, donde lo que más llego a calar en mí fue el resultado de la revisión del Documento paradigmático de la Educación Cristiana para adultos y jóvenes y el problema de fragmentación que atraviesa la Iglesia contemporánea. Luego de esa experiencia, la conciencia sobre el problema del quehacer eclesial fue mejor encausada para generar un cambio, aunque se necesitaría a todo un equipo convencido de las realidades y posibles soluciones a la luz de La Manera de Cristo y Sus Apóstoles (TWCA).
Para el 2012, se empezaron a hacer algunos cambios al interior de la iglesia local: se comenzó a hacer predicación expositiva, lo que nos iría inclinando hacia una teología bíblica y práctica; se cambiaron los contenidos de ciertos manuales de discipulado de la iglesia local e inclusive en el material compartido para las células en casa, los que eran trabajados de tal manera que conceptos como la intención del autor, contexto histórico cultural, diseño literario y lenguajes de los manuscritos existentes comenzaron a encajar en esta nueva carpintería. Nos mantuvimos así, hasta el año 2014.
En marzo del 2014, quien era pastor principal en la Alianza de Samborondón renunció, hubo elecciones internas y Andrés Carrera fue elegido como pastor principal (lo sigue siendo hasta la actualidad). Cuando el cargo le fue entregado, esto coincidió con la inauguración del auditorio y el área de oficinas de la iglesia local, así que comenzamos a conversar sobre la necesidad de implementar el paradigma. Había informado de esto a Julio César Lugo, para que, en determinado momento, pudiéramos contar con su ayuda. También se informó a la junta administrativa de la iglesia de la necesidad de implementar cambios en el área de la educación de la iglesia local y en determinados aspectos de la liturgia, y recibimos un visto bueno para proseguir.
Para el año 2015, logramos convocar a una primera generación de quienes serían maestros y los decidimos llamar maestros de Antioquía. Eran hermanos que, ya sea por su participación en el programa “Celebremos la Recuperación”, en el manejo de Células o por ser maestros de doctrina, estaban comprometidos con el mejoramiento de la educación cristiana a nivel de la iglesia local. Con este grupo realizamos una breve inducción al nuevo paradigma y planificamos una reunión con Julio César Lugo para que en 3 días nos diera un panorama general de cómo implementar La Manera de Cristo y Sus Apóstoles (TWCA) en la iglesia local, razón por la cual desde el 2015 comenzamos a trabajar con la currícula, en un trabajo prolijo que al día de hoy, 7 años después, hemos logrado cubrir con dicho equipo inicial, las dos primeras series de Los Primeros Principios, Hechos y Paulinas, la revisión de 4 Documentos paradigmáticos y 5 Encíclicas.
Para el año 2016, Julio César Lugo me recomendó ir a Ames-Iowa, la iglesia estuvo de acuerdo, y coincidió con el lanzamiento del manual de La Historia. Las exposiciones del tema por parte de Jeff me permitieron ver que todo encajara: la razón de ser de la teología bíblica y cómo los Apóstoles tuvieron un sistema sencillo de interpretación (“todo se cumple en Cristo Jesús”). Cabe recalcar que dentro de mis estudios en el Seminario (donde más se estudia el texto sistemáticamente y donde hay muy poca teología bíblica, se pretendía unificar a esas dos categorías- lo cual es una locura), juntamente con un grupo de amigos que nos tomábamos en serio el aprendizaje, llegamos a la conclusión que el problema de las denominaciones, sectarismos, y énfasis de cada uno de estos grupos dependían única y exclusivamente de la Hermenéutica usada y de los lentes que se pone el lector frente al texto.
Como no es de sorprenderse de las exposiciones de Jeff Reed, el acercamiento histórico a las escuelas de interpretación a lo largo de la historia de la Cristiandad, trajeron a la memoria dichos diálogos del pasado y, al proponer en La Historia un proceso hermenéutico distinto y practicado en la tradición de Antioquía, todas las dudas se despejaron. Llegar al Ecuador conllevó a la traducción inmediata de los 2 manuales: “La Historia” y “Enseñando La Historia”. Una vez presentadas las traducciones al equipo para América Latina (Javier Velásquez, Julio César Lugo y Félix Abreu) comenzamos a revisar el manual en la Alianza de Samborondon. Haber hecho echo eso a la mitad de la Serie 1 de los Primeros Principios nos cambió la vida y la óptica de todo. Dos grandes problemas se resolvieron: Cómo entender el Antiguo Testamento (y desarrollar una teología unificada del Antiguo Testamento obedeciendo el acercamiento propuesto por la Teología Bíblica) y, por otra parte, cómo establecer una Hermenéutica teniendo a la persona de Jesús de Nazareth en el centro, lo cual resolvía además el tema de una Hermenéutica coherente, no sesgada a ninguna denominación o movimiento y era la vez una herramienta para asegurar una sana Teología del Nuevo testamento, que encaja bien con la perspectiva cronológica de los temas teológicos/prácticos plasmados en los documentos apostólicos.
Éste fue el punto de inflexión donde rompimos toda relación con la Teología Sistemática.
Apartir del 2016 comenzamos a experimentar como iglesia el engranaje de coherencia y entendimiento práctico del texto. Con esta experiencia en particular, para el 2017 comenzamos a convocar hermanos de la iglesia para que formen grupos de estudio en casa donde revisarían los Primeros Principios. En sí, perseguíamos que toda la iglesia participara activamente de dichos estudios y, para el 2018, llegamos a un pico de 278 personas estudiando los Primeros Principios dentro de la Alianza de Samborondon. Para el 2018, logramos también organizar una convocatoria no solo local sino también de otras iglesias, incluso de otras provincias, donde profundizamos el paradigma y deseaban implementarlo. Fue así que invitamos a Javier Velásquez y a Julio César Lugo, para que llevaran a cabo las discusiones socráticas y fortalecieran un trabajo en redes complejas de distintas iglesias.
El asombro del equipo inicial de maestros de cómo las personas iban entendiendo las Escrituras y cómo la discusión socrática perfilaba la puesta en practica de dichos principios y generando principios para realizar una teología en cultura, los animó inclusive a abrir más grupos para revisar los Primeros Principios. Debido a que teníamos una población conectada a estos grupos de Antioquía, el púlpito se comenzó a usar como un medio para la propagación de las ideas paradigmáticas, la teología bíblica y la enseñanza práctica. Por ejemplo, todo el 2017 nos dedicamos a armar series sobre la Gracia de Dios, donde la teología tras bastidores era la de La Historia, El Kerigma y la Didaché.
Para el 2018 se comenzó a hacer un énfasis particular en la Enseñanza Apostólica y los temas prácticos abundaron desde las series tratadas en los cultos dominicales, todo fundamentado en las cartas apostólicas, poniendo a cada Testamento en su lugar y nivel de importancia, haciendo de Jesús el centro de todo. La congregación aprendió a razonar. Desde el 2018 ya no pedíamos que solo los bautizados se pusieran de pie para tomar el pan y el vino, sino que dejamos abiertas las puertas en las celebraciones dominicales para que todo aquel que deseara celebrara con nosotros la muerte y resurrección del Señor hasta que el venga, la “santa cena” se convirtió así en un momento kerygmático en nuestras celebraciones dominicales.
Este proceso nos hizo repensar todo: autoridad vs. funcionalidad, jerarquía vs responsabilidad, misión denominacional vs. misión apostólica, ¿quién es Dios?, su proceso revelatorio, ¿qué implicaba la transformación?, ¿qué significaba realmente ser comunidad? … absolutamente todos los temas que de la teología pueden salir comenzaron a repensarse.
Para el 2019, el trabajo de generar grupos de estudio estuvo desafiante. Ir a un grupo de Antioquía para las personas representaba conocer la verdad y ser libres. Este fue el año donde dejamos a criterio de los maestros de Antioquía el celebrar la cena del Señor en sus grupos, algunos con recelo lo fueron haciendo (fortalecidos por los temas expuestos en las Encíclicas de Pastoreo, Comunidades Kerygmáticas y De Jesús a los Evangelios). Las respuestas eran muy positivas, así que decidimos planificar el 2020 con el lanzamiento de Iglesias en Casas, puesto que ya teníamos las comunidades fortalecidas y dispuestas a trabajar con no creyentes en sus hogares. Todo esto, pese a que ese año fuimos desmotivados a seguir con el plan por la Directiva Nacional de la denominación a la cual pertenecemos.
Pero llegó la pandemia del Covid 19 y para marzo 16 del 2020 todo en el país se cerró. Las primeras semanas nos agarró de sorpresa, pero luego de 4 semanas comenzamos a planificar cómo tener unida a la comunidad usando las herramientas virtuales a disposición: GoogleMeet, Zoom, Youtube. Los grupos de Antioquía fueron la columna vertebral que mantuvo a la iglesia unida y en pie frente a pandemia, lo que se había aprendido durante años se puso a prueba: gente perdió empleos, las comunidades sustentaron; gente murió, las comunidades consolaron y acompañaron; se necesitaban contactos para atención medica, las comunidades movían sus hilos con gente conocida; se requerían medicinas, la comunidad en medio de las restricciones de movilización se desplazaba a atender la necesidad. En medio de todo esto, el énfasis del 2020 se transformó en la supervivencia, consolación y fortalecimiento de la comunidad, aún en la virtualidad. A pesar de ello, a inicios del 2021, la población dominical se redujo en un 50%, pero los que estaban asociados a un grupo de Antioquía se mantuvieron fieles. Obviamente los ingresos también se redujeron en un 50%, pero fue refrescante en noviembre del 2021 revisar la encíclica de La Reunión. La pandemia se encargó de ayudarnos a eliminar los conceptos denominacionales y empezarnos a ver como una gran familia, más que como una feligresía.
Desde Noviembre del 2021, cuando se nos presentó la encíclica de La Reunión, comenzamos a hacer una elección en medio de los grupos de Antioquía que estaban en pie, para determinar quiénes serían Ancianos locales competentes. Tuvimos una reunión que aglutinó a 30 prospectos de ancianos locales; retomamos con ellos el plan de fines del 2019 compartiendo las Encíclicas de Comunidades Kerygmáticas, Pastoreo y La Reunión, y comenzamos a darle forma a la idea de Casas-Iglesia. Hemos tenido tres reuniones más con este equipo de ancianos y hemos mapeado las ciudades a las que sirve la Alianza de Samborondón (ésta es una vía que une cuatro ciudades: Guayaquil, Samborondón, Daule y Durán), de tal forma que, de manera progresiva, estamos lanzando estas Casas-iglesia a lo largo del cinturón vial que une las cuatro ciudades. De por sí, ya tenemos una pequeña red compleja dentro de la provincia.
La Alianza en Samborondón tiene 18 años desde que fuera fundada. Bajo el ministerio de Andrés Carrera, como su pastor Titular, tenemos 8 años, cumplidos en marzo 2022. Antes de la pandemia teníamos 1000 adultos asistiendo a nuestros tres servicios dominicales. Luego de la pandemia congregamos ahora 500 asistentes en las reuniones de domingo y 180 personas en las Casas-Iglesia, pero el número va en aumento. Los líderes (ancianos) de las Casas-Iglesia siguen siendo parte de los grupos de Antioquía, han llegado a cubrir la Serie 2 de Los Primeros Principios y han estudiado ya 3 encíclicas y 2 documentos paradigmáticos, además del manual de Hechos de Los Apóstoles.
El trabajo ha sido duro, el compromiso con la educación y el aprendizaje continuo es sumamente desafiante, el progreso del evangelio y la expansión se han hecho alcanzables para todos, así como el hacer teología se ha facilitado, pero es el Plan de Dios y su Santo Espíritu quien nos ha guiado, a veces sin darnos cuenta, para que el Kerigma de Cristo Jesús abrace a todos y le de sentido a la vida. Hoy, tenemos 18 Casas-Iglesia lanzadas hasta el momento y la meta es lanzar 30 hasta el final del año, para la gloria de Dios.
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