LA EXPERIENCIA DE CONCORDIA, ARGENTINA
- Fecha 11 de diciembre de 2024
DE UNA IGLESIA CONVENCIONAL DE DOMINGO A UNA RED DE IGLESIAS EN CASAS
– por Horacio Alcaraz
He sido bendecido con una “santa” y muchas veces insoportable insatisfacción ministerial. Por momentos aplacada por el éxito temporal de aquel modelo eclesiástico en aplicación, y puedo decir que he pasado por muchos de ellos. Desde predicar y enseñar al pie de la letra las cinco doctrinas básicas de mi “pesebre” denominacional, a la sanidad interior, la multiplicación celular, la nueva reforma apostólica, a la vieja reforma protestante, a una iglesia con propósito y más, con cierta prisa y sin pausa por 27 años, sin lograr estar satisfecho con los resultados a largo plazo en comparación con lo que se lee en el Nuevo Testamento.
Y antes de pensar que lo hice porque no sabía bien lo que quería, era justamente lo contrario, sabía el “qué” pero no el “cómo”. Bueno, en el Instituto Bíblico me enseñaron un “cómo” se hacen las cosas en la iglesia, que no fue otra cosa que el “como siempre lo hemos hecho”.
Vivir en contradicción ¿hasta cuándo eso es posible y saludable?
“¿Señor, seré yo el problema?” me empecé a preguntar (y era hora). Y revisando la crítica que Jesús hace a los movimientos espirituales que le antecedieron (escribas, fariseos y discípulos de Juan) en Lucas 5:30-39 vi claramente que uno de los males que aqueja al liderazgo es la rigidez mental que les impide cuestionar su propio marco teórico, su modelo ministerial y su tradición evangélica. Sin flexibilidad intelectual uno queda cautivo de paradigmas que no permiten cuestionar la propia filosofía de iglesia.
Pero como no se puede vivir en contradicción por mucho tiempo, el abismo entre nuestra realidad y la de la iglesia de los primeros siglos me tragó. Y allá en lo profundo del dilema y después de veintisiete años de ministerio empecé a vislumbrar que el “modo evangélico” era el problema y que la única salida posible era el cambio en todo el sentido de esa palabra.
El cambio llegó.
Me contacté con los hermanos de La Gran Estrategia quienes entendieron mi inquietud y me proveyeron de dos recursos claves para el momento que vivía: “Las Iglesias del Primer Siglo” y “Comunidades Kerigmáticas”.
De esas lecturas surgieron conversaciones y lecturas en conjunto con el liderazgo de la iglesia, allá por octubre 2023. Y si bien yo no tenía una razón de peso en ese momento para un cambio tan radical como cerrar el templo e irnos a las casas, la situación económica del país, más el aumento del alquiler del templo para el 2024, fue lo que nos llevó a un dilema a resolver: ¿Es ético que sigamos gastando las ofrendas y diezmos, que decimos son para Dios, para pagar nuestra comodidad dominguera cuando hay tantos hermanos con falta de trabajo y problemas de salud?
Entonces, lo vimos y lo entendimos con mayor claridad: la iglesia son las personas y no el edificio.
Empieza la transición.
Tuvimos la ayuda de Julio César Lugo en conversaciones vía zoom. Y luego, tuvimos también una asamblea para comunicar a todos lo que en el liderazgo estábamos “elucubrando”. Y en el mes de marzo plantamos nuestra primera Iglesia en Casa con su propio liderazgo.
El plan era ir paso a paso y despacio, en modo híbrido, para no perder a nadie del rebaño. Pero para el mes siguiente tuvimos que entregar el edificio. Y entonces, un pastor amigo, a mi pedido, me cede su local el día que no tenía su reunión, y allí continuamos. Sí, en el “sacudimiento” perdimos algunas familias y de las más queridas y claves de la iglesia; pero ahora el liderazgo era el que me empujaba a mí.
Para mayo vino Julio Lugo a la Argentina, y allí plantamos nuestra segunda Iglesia en Casa con su propio liderazgo. Claro, los que aún no estábamos en alguna de esas dos iglesias en casas veíamos que la congregación en el templo prestado decrecía cada domingo; porque cada una de las nuevas iglesias son autónomas y no son células, ni grupos pequeños, ni “casas de paz” que dependen de una central; sino que son iglesias en el puro sentido bíblico.
Entonces, para junio resolví devolver el salón prestado, al mismo tiempo que comenzaba la tercera Iglesia en Casa. La meta para diciembre 2024 era tener a “toda la congregación convertida en una red de siete Iglesias en Casas en nuestra ciudad”.
Una de las claves para sostenernos en esta transición exprés fue el reunirme cada martes con el liderazgo para estudiar juntos la serie de BILD acerca de “Los Primeros Principios” y la reunión mensual de todas las iglesias, a la que llamamos ÁGAPE, que tiene un formato de pasar la mañana juntos como una familia de familias, tomando mate con torta, orando y cantando; y, sobre todo, aprendiendo la Palabra en un estilo dialogal.
A la fecha, 11 de diciembre de 2024, somos una pequeña red de seis Iglesias en Casas y una séptima germinando en una ciudad cercana, en las afueras de Concordia. Cosas que hace Dios.
¿Cómo son esas reuniones? Son “un simple juntarse de creyentes el sábado o domingo de cada semana, o cada quince días, en hogares, en torno a una comida, celebrando la Cena del Señor y su nueva vida en Cristo, enseñando y aprendiendo la Palabra de Dios de una forma participativa y dialogal, e invitando a la mesa a familiares, amigos y vecinos”.
Y si bien seguimos siendo evangélicos en el sentido de nuestras creencias básicas, en nuestra forma de ser y hacer iglesia hemos hecho todo un cambio de paradigma, al que llamamos, como aprendimos, “la manera de Cristo y los apóstoles”.
Éste fue el punto de inflexión donde rompimos toda relación con la Teología Sistemática.
Mientras tanto sigue el temblor.
Por 27 años no hice otra cosa que estar en el ministerio a tiempo completo siguiendo la filosofía de estar “dedicados a la oración y al ministerio de la Palabra” (Hechos 6:2-4), y de repente empecé a vivir el cambio como una “jubilación anticipada” o “síndrome de abstinencia de púlpito”.
Por genética espiritual soy un predicador y no estaba en mi agenda esta situación, y confieso que la voy transitando con sus días particulares. Pero esto es lo que descubrí: que no solo la iglesia, sino que yo mismo estoy en una transición de un paradigma ministerial tradicional a otro que de a poco se va revelando ante mi ansioso entendimiento.
Además de eso, volví a insertarme (o eso intento) en el mercado laboral, porque con el templo cerrado también se cerró el “grifo” del sostén económico. Fue mi decisión. Siempre quise saber a ciencia cierta si era un pastor asalariado, como los que Jesús condenó en Juan 10, o uno dispuesto a sacrificarse por el bien de las ovejas.
Así que resultó que no era tan fácil cambiar de paradigma en un país que es un loquerío económico con una pobreza y escasez crecientes. Pero tenía que dar el ejemplo a los líderes actuales y futuros pastores, porque las redes de Iglesias en Casas, a nivel ciudad o región, no pueden crearse ni expandirse con pastores profesionales a tiempo completo, sino con obreros bi-vocacionales. Y yo tenía que ser el primero de la Red.
Por favor, oren al buen Señor para que pueda sustentar a mi familia mientras tejemos nuestra Red más allá de Concordia.
Ansiedades.
Eso sí, mientras voy avanzando, adaptándome a la nueva realidad y esperando confiadamente en Dios cada día, voy calmando mi “ansiedad de predicador” por medio de podcasts, mensajes cortos en las redes sociales y algunos artículos como éste, que produzco para explicar cómo ir de una iglesia convencional de domingo a una Red de Iglesias en Casas, “a la manera de Cristo y los apóstoles”. Por lo menos, hasta donde lo hemos logrado.
Hermanos amados, creo con todo mi corazón que el cambio de paradigma bien vale la pérdida de quiénes éramos y lo que hacíamos por tradición, para ser y hacer iglesia como Dios lo planeó en Cristo, que es el Señor de la Iglesia.
Y ahora, para mí, nunca fue tan sencillo y tan poderoso abrazar la Misión, el Plan y la Estrategia de Dios para las naciones por medio de su Iglesia.
Los animo a iniciar este “nuevo” pero antiguo Camino que tiene mucho de aventura de fe y de certeza histórica. Tenemos que volver a contarnos la Gran Historia de Dios donde gente muy común y muy sencilla, en los primeros 300 años de vida de la Iglesia, permearon la sociedad imperial proclamando a Jesús como único Rey y Señor. Y si lo hacemos como ellos lo hicieron, tendremos el mismo impacto que ellos tuvieron, para la gloria de Dios.